LA BIBLIOTECARIA
Una treintena de años le separaban de aquel glorioso día de otoño en que aprobó aquellas oposiciones de bibliotecaria y seguía disfrutando de la angustia reflejada en cada uno de los rostros a los que... martirizaba día a día.
Había sido una gran suerte que finalmente su destino estuviera en ese pueblo del pequeño estado americano, colindante con la frontera de Canadá, al que había llegado a odiar con todas sus fuerzas y donde había adquirido la nueva identidad de "señorita Evans".
Llevaba unos quince años dominando su gran territorio de libros. Disfrutaba cuando un niño se retrasaba en la devolución de su libro, aunque fuese un solo día porque entonces le atravesaba con esa oscura mirada fulminante que provocaba un temblor inevitable en la pequeña mano infantil. Después, le aplicaba el castigo merecido. Nunca nadie había sido capaz de denunciar esos abusos de poder de la bibliotecaria.
Sin embargo, la señorita Evans aquella mañana primaveral de 1989... acababa de recibir la noticia de su inminente jubilación. Se encerró en el pequeño cuarto almacén, donde durante tantos años había sometido a sus pequeños infractores a la angustia de un terror psicológico desproporcionado para sus mentes infantiles. Comenzó por hacer trizas aquel papel, fuera de si... y juró que lo iban a lamentar, que a ella nadie tenía por qué apartarla de su biblioteca, que esos libros eran su vida.
En la declaración a la policía, después de cuatro angustiosos días sin saber de él, la propia tía del pequeño John explicaba que la última vez que fue visto...iba corriendo, tras darle un beso a su madre, a devolver un libro a la biblioteca.
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